viernes, 25 de noviembre de 2011

Mujer y ciencia, no son excluyentes

Este lunes 28 de noviembre inicia el Encuentro Internacional Nuestras Científicas Latinoamericanas. Retos, luchas y aportes, y apropósito de este evento Gustavo Benavides nos narra un pequeño recuento de lo que ha sido el trabajo de las mujeres en la historia.

Hoy tengo un desafío, y una gran oportunidad: develar una breve retrospectiva sobre el quehacer científico de las mujeres a lo largo del tiempo. ¿Pero, cómo? ¿Un hombre hablando de esto? Pues sí, no soy el primero y tampoco debo ser el último. Ya es hora de que las sociedades contemporáneas derriben las aún persistentes barreras machistas que durante siglos han ensombrecido lo inevitable y evidente: la lucha permanente que ha sostenido la mujer en todos los campos, con tenacidad, talento y preparación. Veamos si estas líneas despiertan a mis congéneres…

Estudios antropológicos han  demostrado que en las sociedades antiguas mientras el hombre cazaba, las mujeres se dedicaban a las tareas de recolección siendo las primeras en clasificar y dar utilidad a las diferentes especies vegetales. Esta actividad se cree, fue el origen de los primeros avances científicos con relación a la botánica.

En la antigüedad por ejemplo, destacó Hipatia, considerada la primera mujer matemática de la que se tiene conocimiento razonablemente seguro y detallado. Escribió sobre geometría, álgebra y astronomía, mejoró el diseño de los primitivos astrolabios (instrumentos para determinar las posiciones de las estrellas sobre la bóveda celeste) e inventó un densímetro.

Rompiendo con todos los mitos, a partir de 1950 la mujer demostró al mundo que el campo de las ciencias no era algo ajeno e inalcanzable, y empezaron a surgir un cúmulo de investigadoras en las ramas de la medicina, la ingeniería, la astronomía, la biología, la química, etc.

Gracias a un programa creado en 1999 entre L’OREAL y la UNESCO For Women In Science, se desarrolló una exposición itinerante en España denominada “La estirpe de Isis. Mujeres en la historia de la ciencia”. En ella se ha logrado visibilizar el trabajo de muchas mujeres en el campo científico, desmitificando inclusive la atribución errónea de algunos inventos que se pensaba eran de hombres, como es el caso del chaleco anti-balas, los antibióticos fungicidas, los pañales desechables o el refinado de crudo para la obtención de gasolina.

La página del MIC en Facebook precisamente está recogiendo la labor de algunas científicas importantes: algunas muy conocidas como Marie Curie,  y otras quizá no tanto, pero no por ello menos importantes, sobre todo por la trascendencia de sus  trabajos como es el caso de la  Almirante Grace M Hopper. Les invito a que lo miren en http://www.facebook.com/MuseoCiencia

Les pregunto a mis lectores: ¿qué estamos haciendo en el Ecuador por cambiar las aún incipientes políticas de apertura participativa de la mujer en todos los campos? Por lo pronto les cuento que en Quito se están proponiendo actividades interesantes, como las “Cartas de Mujeres”, un proyecto que será inaugurado hoy viernes en la “Noche de mujeres”.  Espero que este artículo sea mi “salvoconducto” para estar en él…

Gustavo Benavides J.
Técnico Investigador MIC
Fuentes:
Duque, L. M. (1998). Ciencia al Día. Recuperado el 2011, de

Alic, Margaret. El legado de Hipatia: historia de las mujeres en la ciencia desde la antigüedad hasta fines del siglo XIX p.61

viernes, 18 de noviembre de 2011

Bosques Nativos, un pedacito de la biodiversidad Andina

El Museo Interactivo de Ciencia expone en sus exteriores más de 33 especies nativas que en algunos años formaran un pequeño bosque andino.

Antonio José Bolívar Proaño sentía que los árboles le hablaban, dentro de su pequeña choza construida con palmas leía novelas de amor, no conocía Paris, pero imaginaba que esa ciudad debía estar llena de árboles, no sabía escribir sólo leer y escuchar el sonido de se inmenso Bosque húmedo tropical que admiraba y del que aprendió a vivir.

Los bosques nativos del Ecuador han sido escenario de inolvidables historias de la literatura, los autores los describen en sus páginas como lugares únicos, dotados de cualidades casi mágicas. Al leer sobre ello sentimos que sólo existen en los libros o que para conocerlos debemos alejarnos totalmente de la urbe. Percepción que se debe a vivir en una ciudad donde el cemento o las plantaciones de eucalipto han remplazado en gran parte a los bosques andinos de Quito.

La recuperación de estos espacios verdes es indispensable tanto por su importancia biológica como cultural, por ello el Museo Interactivo de Ciencia ha decidido implementar en sus espacios verdes el proyecto Bosques Nativos, cuyo primer componente es crear una muestra natural de especies nativas en una zona exterior, conformando así un Bosque Andino.

El proyecto, busca presentar los procesos de cambio que surgen en un espacio “verde” que puede manifestarse como un ecosistema saludable después de la siembra de estás especies. Para ello, se han sembrado varias especies nativas, que tiempo atrás eran fácilmente observables en la ciudad, pero que con el tiempo cada vez se vuelve más difícil el encontrarlas. Árboles como cedros, toctes, cholanes, yalomanes, algunas palmas como el coco cumbi, flores como los aretes del inca, entre otros, podrán ser observados en este espacio.

Este pequeño bosque naciente se encuentra en la ciudad, al momento los visitantes pueden conocer más sobre las especies que lo conforman pero en un futuro tendrán la oportunidad de tener un bosque montano alto dentro del casco urbano. El que la ciudadanía sea parte del proceso de desarrollo de este bosque es fundamental tal como lo explica Martín Bustamante, biólogo de finding species “lo que plantea el Mic en ese espacio es muy importante, asumir el rol de restauración de una zona verde y por otro lado el comunicar y transmitir al público el conocimiento ancestral que esconden cada una de las especies desde sus inicios, permite que la gente se relacioné con la naturaleza andina, que vea que el bosque va creciendo, va cambiando y que es parte de su cotidianidad”.

Acercar a la gente a la cultura de su biodiversidad andina a través de este bosque, es uno de los objetivos principales del MIC. Durante años los jardines de las casas de Quito estuvieron llenos de enredaderas de taxo que atraían a hermoso colibríes, las abuelas curaban a sus nietos de gripe o anemia con tomate de árbol, calmaban el dolor de estomago con hojas de yaloman  y quitaban las manchas de la piel con aguas de tilo. Este conocimiento es parte de lo que es Quito y recobrar estas especies es revivir esa cultura. “Hacer ver la relación que existe entre la gente y la naturaleza, es muy importante en ciudades como quito, porque es una naturaleza única”.

La restauración de áreas verdes
Es muy importante el tener en mente, que el museo se apropia de la idea de cambiar “desiertos verdes” que no son más que monocultivos de especies de rápido crecimiento, tales como eucaliptos y pinos, que se convierten en desiertos monocromáticos que generan impactos negativos importantes tanto en lo económico, en lo social y ambiental. Al reforestar áreas con especies nativas se logra que la fauna nativa regrese a espacios en los cuales antes tuvieron sus nichos ecológicos, y que actualmente son tan difíciles de encontrar.

Después de algunos años varios Antonio José leerán novelas de amor cobijados por las inmensas ramas de este bosque nativo, lleno de especies endémicas, habitado por grupos biológicos con modos de vida únicos, con troncos y ramas llenos de vida con broméelas y orquídeas que cuelgan, Antonios que imaginan que e gris de la ciudad de Quito se convierte en un verde andino.

Este artículo fue publicado en la edición de noviembre de la revista Cultura.
Gabriela Arévalo y Paola Santacruz.