lunes, 27 de mayo de 2013

¿De verdad se gana algo con tanta guerra?




Hace pocos días recordamos un aniversario más de una de las gestas libertarias más importantes en la historia de nuestro país: la batalla de Pichincha. Desde aquel entonces se fue configurando una nueva nación que hoy conocemos como República del Ecuador. Lamentablemente, pocos reflexionan sobre el costo que implica alcanzar la tan ansiada libertad. Así como esta batalla, a lo largo de la historia la humanidad ha sido testigo de varias guerras y enfrentamientos. El saldo es siempre desolador, pues siempre está presente el sacrificio y la destrucción de la especie humana.

En esta ocasión presentamos una perspectiva científica de las consecuencias que padecen quienes sobreviven a estos acontecimientos bélicos.


EL ESTRÉS POSTRAUMÁTICO


Las personas que experimentan un evento traumático, a menudo suelen desarrollar un tipo específico de patología clínica conocida como Síndrome de Estrés Postraumático que frecuentemente está asociada a una serie de trastornos con una fuerte incidencia negativa en varios aspectos de la vida cotidiana de quienes lo padecen.


Historia


La guerra constituye un hecho traumático para la sociedad en general, pero particularmente para sus participantes más directos, es decir, los soldados. Deja secuelas y consecuencias difícilmente predecibles. La reinserción en la sociedad luego de una guerra requiere considerables modificaciones en los hábitos y actitudes de los ex-soldados, sobre todo aquellos que resultan más expuestos a las secuelas (tanto físicas como psicológicas) derivadas de un evento traumático de esta magnitud.

Las manifestaciones clínicas del Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), particularmente las vinculadas a la devastación emocional causada por guerras y desastres naturales, han sido descritas desde tiempo inmemorial. Se considera al célebre papiro egipcio Kunyus, de aproximadamente 1900 años A.C., como el primer documento que informa de la respuesta de grupos humanos a eventos traumáticos ­en este caso feroces inundaciones causadas por crecidas del Nilo. En el siglo XVIII, la famosa Épica de Gilgamesh, ambientada 3000 años A.C., relata el sufrimiento de un héroe mesopotamio luego de la muerte de su hijo en una acción de guerra. En 1860, Erichsen describió una serie de problemas psicológicos en trabajadores de los nacientes ferrocarriles británicos, víctimas de serios accidentes laborales.

El primer autor que acuñó el término "neurosis traumática" fue Oppenheim hacia finales del siglo XIX. La "histeria" descrita por Charcot y Janet en la misma época, y las "neurosis" estudiadas por Freud en las primeras décadas del siglo XX tienen en común su origen "traumático"; esto es, una adscripción patogénica a hechos de profunda significación personal en la biografía del paciente. En la historia militar, el síndrome del "corazón irritable" ya hacía sospechar a los clínicos de entonces la fuerte base psicogénica de las manifestaciones observadas. Finalmente, la "neurosis traumática" descrita por Kardiner y el "síndrome de Vietnam" confirmaron la impresión de que no sólo cada guerra genera sus rótulos diagnósticos, sino que tal experiencia, ­considerada como la más traumante de todas las acciones humanas­ da lugar a un conjunto de síntomas sorprendentemente similares.

La guerra es pues, el evento traumático más severo, el acto de mayor violencia en gran escala generado por la raza humana. Esto hace que dentro de la llamada psiquiatría militar el estudio del TEPT haya avanzado gracias a trabajos de investigación en veteranos de las dos guerras mundiales, la guerra de Corea y el conflicto de Vietnam.

Entre el final de la segunda guerra mundial y el año 1990 se contaron 127 guerras y un total de 21,8 millones de muertos como consecuencia. Desde entonces a la fecha estas cifras probablemente se han duplicado. El índice de muertes de civiles en conflictos armados se elevó de 5 % en 1950 a 84 % hacia finales de la década pasada. Entre 1990 y 1993, el número de refugiados y de "desplazados internos" subió de 30 a 43 millones, y en el momento actual se estima en cerca de 60 millones de personas. Si a ello se unen factores tales como pobreza, fragmentación social, desnutrición y enfermedades infecciosas, la acumulación sostenida de traumas desafía todo intento de descripción o aprehensión. El TEPT es a la vez una y la suma de todas las consecuencias de esta catástrofe colectiva.


Definiciones y estadísticas


El término TEPT engloba dos aspectos bien definidos: por una parte una respuesta de estrés que naturalmente es patológica, y por otra el trauma. Frente a un estresor el organismo responderá buscando la adaptación y el equilibrio (homeostasis). El estresor puede ser físico o psicológico y la respuesta puede resultar adaptativa (eustrés) o patológica (distrés). Por otra parte, la respuesta de estrés de los pacientes con TEPT no corresponde a una exageración de la respuesta normal de estrés, sino que incluye diversos indicadores biológicos que permiten caracterizar e individualizar la respuesta específica de este cuadro clínico.

En el TEPT lo central es el trauma psíquico; es decir, el impacto emocional de un determinado suceso capaz de provocar una serie de manifestaciones físicas y psicológicas. El acontecimiento traumático ha sido definido por la Asociación Psiquiátrica Americana como aquella situación psicológicamente estresante que sobrepasa el repertorio de las experiencias habituales de la vida  que afectará prácticamente a todas las personas y que provocará un intenso miedo, terror y desesperanza, con una seria amenaza para la vida o la integridad física personal o de un tercero. En este sentido el trauma se vincula directamente con los desastres.

El impacto de un trauma puede durar desde algunos segundos hasta horas, días o meses; puede ocurrir en forma única o reiterada podrá tener consecuencias físicas, psicológicas y sociales tanto a nivel individual como colectivo y pueden originar diversas manifestaciones clínicas que van desde síntomas emocionales aislados hasta un cuadro psicótico. Las diferentes respuestas psicológicas estarán en función del significado que adquiera el hecho traumático, lo que dependerá de la interacción entre el tipo e intensidad del acontecimiento traumático, la biografía del sujeto, los factores biológicos y el contexto social.

Debido al creciente aumento de la exposición de la población civil, y ya no sólo de los soldados, a hechos traumáticos, tanto para adultos como para niños y teniendo en consideración el enorme impacto personal y social que estas situaciones provocan es que se ha producido gran interés por el tema del TEPT en ámbitos médicos y de salud mental, en los medios de comunicación y en la población.

Debe tenerse en cuenta que no es fácil que un sujeto refiera espontáneamente un acontecimiento traumático y además que muchos médicos no quieren escuchar los detalles que implica el relato de horrendos hechos traumáticos. Esto se traduce en que la entrevista clínica, en ocasiones, no permitirá contar con la información suficiente acerca del trauma. Cuando el motivo de consulta hace más evidente el hecho traumático, sea por las lesiones físicas que pudiera haber sufrido el paciente o bien por el estado de shock emocional que presupone un desencadenante psicológico, para el clínico será más fácil el abordaje y la identificación de la situación traumática y sus consecuencias. Además conviene recordar que los pacientes no siempre establecen la posible relación entre el trauma vivido y la presencia de diversos síntomas. Pero lo más importante es considerar que ante una situación traumática una minoría de sujetos tendrá síntomas de un TEPT.


Conclusiones


Los esfuerzos de diversos autores a lo largo de la historia antigua y reciente han permitido identificar los elementos clínicos característicos del TEPT y ampliar la población que puede presentar este cuadro, desde los combatientes hasta la población civil de cualquier edad. También se ha progresado en el estudio de la epidemiología, de los factores de riesgo, del curso clínico y de la comorbilidad, lo que junto con los avances en las bases neurobiológicas y en la terapia, nos permiten hoy en día abordar esta patología- que constituye un problema de salud pública- con mejores herramientas para así intentar reducir el sufrimiento de un sinnúmero de pacientes víctimas de acontecimientos traumáticos en los más diversos lugares del mundo.



Fuentes:


Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía; Revista chilena de neuro-psiquiatría, Trastorno por estrés postraumático: estudios en veteranos de guerra norteamericanos y su relevancia para América Latina, Renato Alarcón, Escuela de Medicina, Universidad de Emory, nov. 2002

Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía; Revista chilena de neuro-psiquiatría, Trastorno por estrés postraumático: aspectos clínicos, César Carvajal, nov. 2002

Centro Interamericano de Investigaciones Psicológicas y Ciencias Afines; Revista Interdisciplinaria, Neuroticismo, extraversión y estilo atribucional en veteranos de guerra: una aproximación desde el estrés postraumático, Alejandro Enrique, ago./dic. 2004

Renato Picerno
Comunicación
   Museo Interactivo de Ciencia

sábado, 11 de mayo de 2013

¡Gracias mamá! Por no darte por vencida


Documento resumido del original escrito por Mayra Cabrera.



Las mamás son seres que no saben lo que es darse por vencida, luchadoras infatigables por darles lo mejor a sus hijos y para un bebé no hay nada mejor que la leche materna. Pero, ¿es posible continuar con la lactancia cuando se padece cáncer? Rompamos mitos sobre la lactancia y esta terrible enfermedad.
El cáncer es básicamente la multiplicación de células malignas en una parte específica del cuerpo. Con todos los avances en medicina (y también tratamientos alternativos), el cáncer puede ser curable cuando es detectado a tiempo y cuando se lleva un tratamiento adecuado para erradicarlo. Pero, ¿qué pasa cuando se tiene cáncer y se está amamantando?


Maternidad y cáncer

“Usted tiene cáncer” es una noticia devastadora para cualquiera, pero especialmente para una madre que tiene un bebé que depende por entero de ella. Precisamente la maternidad es algo que ayuda mucho a superar la negación, depresión, enojo y otras emociones que aparecen al recibir este tipo de noticias, pues se tiene un fuerte y poderoso motivo para seguir luchando y estar bien: un bebé, un hijo.

Análisis necesarios para detección del cáncer

Cuando hay la sospecha de padecer cáncer, se requerirán varios análisis y tratamientos. La leche materna no se ve afectada al exponerse a los rayos X, ultrasonido, resonancia magnética, mamogramas o citología. Debe indicarse al médico que se está amamantando para que prescriba medicamentos compatibles con la lactancia.
En el caso de pruebas con isótopos radiactivos, debe destetarse temporalmente al bebé, pero también continúe extrayéndose leche: ayuda a desechar más rápidamente la radiación y a mantener su producción de leche. Con el tiempo la radiación declina y podrá volver a amamantar a su bebé.
También existen métodos novedosos para detectar el cáncer (biosensores) que no son invasivos.

Mamá con cáncer, ¿debe suspender la lactancia?

Es posible que haya médicos que sugieran el abandonar la lactancia, sobre todo porque dicen que roba fuerzas a la madre. Pese a ello, muchas madres encuentran en la lactancia la forma de recuperar su maternidad al poder amamantar a sus bebés, pueden hacerlo acostadas y de esa forma el bebé se siente también confortado.
Algunas molestias (grietas, dolor) pueden prevenirse cuando se amamanta correctamente al bebé. Otra forma de consolar a su bebé es cargándolo: si se siente cansada, utilice un rebozo de argollas (un soporte de tela que cuelga de un hombro en el que el bebé puede acostarse y la madre, descansar) y así será cómodo para ambos.

Por ello deben cuestionarse si al destetar a sus bebés la vida se les hará más cómoda o se les complicará más. Si su oncólogo no está convencido, busque apoyo con su pediatra (pro lactancia) para que le explique a su colega sobre sus deseos y busquen la mejor opción que no afecte al bebé.


Tratamientos contra el cáncer vs. Lactancia

La terapia con radiación no suele afectar la leche materna, con la excepción de que dicha radiación se reciba en los pechos, ya que además del posible daño al tejido mamario, también puede afectarlo de forma interna. Sin embargo, esto no significa que no sean capaces de producir leche más adelante (por ejemplo, en embarazos posteriores).
Es diferente cuando el tratamiento es con compuestos radioactivos o quimioterapia: tales compuestos pueden pasar al bebé mediante la leche materna y en este caso no se recomienda continuar la lactancia. Si el tratamiento es relativamente corto, una vez que termine se puede seguir amamantando al bebé. Para ello se debe continuar extrayendo leche y desecharla; aunque la leche no sea útil, por así decirlo, se continúa estimulando la producción de leche e incluso se puede retomar la lactancia (relactación) aunque hayan pasado incluso algunos meses.
Antes de ello deberá medir si ya no hay presencia de isótopos radiactivos en su leche (se utiliza un contador Geiger), y debe señalarse que el mero hecho de extracción de leche ayuda a desechar tales compuestos.

Quimioterapia y radiación: qué puede hacer usted por la lactancia de su bebé


Debe saber que en el caso de que la radiación se reciba en solo uno de los pechos, se puede continuar lactando con el otro pecho, pues no se ve afectado.
Si va a someterse a quimioterapia y puede aplazar un poco el tratamiento, hágalo: puede extraerse leche y hacer un banco de leche antes. Esta leche servirá para que su bebé la reciba por lo menos un tiempo más. Por otra parte, puede comenzar a destetar a su bebé gradualmente y que no lo resienta. Combine también con tratamientos alternativos (reiki) para sentirse mejor.
Como se mencionó al inicio, muchos tipos de cáncer son tratables y al contrario de antaño, el recibir una noticia así ya no es una sentencia de que todo se ha terminado. Y cuando se tiene el poderoso incentivo de un bebé, de alguien por quién luchar, hace más llevadero este padecimiento.
No necesariamente debe suspender la lactancia y en caso de que así sea, el destete debe hacerse gradual, con la esperanza de que más adelante incluso pueda volver a amamantar a su bebé. Él lo vale todo.

Fuente:
Lactancia y cáncer

Renato Picerno
Comunicación
   Museo Interactivo de Ciencia


domingo, 5 de mayo de 2013

Con la oreja caliente…


Documento resumido del original escrito por María Victoria Vertedor Hurtado

La temperatura es una de las siete magnitudes físicas en el Sistema Internacional y a lo largo de la historia se han desarrollado diversas formas para medirla. La termometría son todos los aspectos relacionados con la medida de la temperatura sobre bases científicas e incluye la descripción de los instrumentos utilizados (termómetros), la descripción de los protocolos empleados y el establecimiento de escalas termométricas.
Con el paso de los siglos las técnicas de medición de temperatura se han ido perfeccionando. Desde la invención del termoscopio de Filón en el siglo III a.C. por el ingeniero griego Filón de Bizancio, pasando por la construcción de un termoscopio más sencillo gracias a Galileo Galilei en 1597, hasta la aparición de los primeros termómetros digitales en la segunda mitad del siglo XX, la termometría ha avanzado junto al desarrollo tecnológico de las sociedades.

Uno de los últimos avances tecnológicos es la termometría timpánica. Uno de los principales antecedentes para la aparición de este tipo de técnicas es que una norma aprobada por el Parlamento Europeo el 10 de julio de 2007 y en vigor desde el 2009 obligó a buscar una alternativa al termómetro de mercurio, hasta entonces de uso general en hogares y hospitales, debido a que fue retirado por su toxicidad para la salud y por la contaminación del medio ambiente.
Una alternativa al termómetro de mercurio es el termómetro timpánico de infrarrojos. Esta alternativa está pensada para ser aplicada en niños de hasta 14 años. En las referencias encontradas hay desacuerdo, tanto en método como en aparatos de medición y condicionantes otológicos. Algunos expertos defienden que hay factores locales, como la otitis externa, que tienden a aumentar la temperatura, y el tapón de cera que tiende a disminuirla. Otros no encuentran diferencias significativas entre niños con otitis y niños sanos, ni diferencias por la presencia de cerumen.

En 2007, la doctora María Victoria Vertedor Hurtado junto con el equipo de Urgencias de Pediatría del Hospital Materno Infantil de Málaga, España, realizó un estudio para tratar de aclarar esta controversia. Es un estudio descriptivo transversal donde se comparan las temperaturas tomadas con termómetro de mercurio y termómetro de infrarrojos Genius TM 2s en niños menores de 14 años. En el estudio se incluyeron los niños desde 3 días de vida hasta 14 años. Se seleccionaron de forma consecutiva 400 pacientes que acudieron al servicio de urgencias y que cumplieron los criterios de inclusión.

Los criterios de exclusión fueron niños con otalgia derecha, menores 2 años con cuadros diarreicos o patología rectal, con alteración o deficiencia mental y los pacientes cuyos padres o tutores presentaron actitud no colaboradora. Los instrumentos utilizados fueron el termómetro de mercurio de cristal para medir la temperatura axilar y rectal, y el termómetro timpánico de infrarrojos Genius TM2s para medir la temperatura timpánica. Las enfermeras que realizaron el estudio siguieron las instrucciones de uso de cada termómetro; para el de mercurio, se comprobó que la columna estuviera bajada y una correcta desinfección tras cada medición. Para el termómetro timpánico se comprobó que el extremo de la sonda estuviera limpio y que la membrana del cono desechable se mantuviera lisa y sin desgarros. Siguieron las indicaciones para el sellado del conducto auditivo y la orientación correcta hacia el tímpano.

La temperatura ambiente osciló entre 24 y 26ᵒC. En los niños desde 3 días vida hasta 2 años (grupo I), se utilizó el termómetro de mercurio rectal durante 3 min en recto y el termómetro timpánico Genius TM2s en el oído derecho. Para los niños mayores de 2 años hasta 14 años (grupo II), se utilizó el termómetro de mercurio axilar durante 8 min en la axila derecha y el termómetro timpánico Genius TM2s en el oído derecho.
Para el grupo I se obtuvieron valores superiores con el termómetro timpánico con respecto al termómetro de mercurio en un 80,7% de los casos. Un aspecto importante que no se consideró fue la administración de antitérmicos previa a la toma de la temperatura, situación que se da en las urgencias pediátricas cuando los padres los administran en casa antes de acudir al hospital. Ello podría justificar los casos en los que la temperatura timpánica ha sido menor que la rectal, pues la rectal tarda más en modificarse que la central después de la administración de antitérmicos. Respecto a los valores superiores de temperatura timpánica se podría pensar que el termómetro timpánico detecta la fiebre antes que el rectal, lo que de algún modo podría justificar el 14% de los casos en los que la temperatura timpánica ha sido superior a la de mercurio.

En el grupo II la fiebre tuvo mayor o menor importancia dependiendo de las actuaciones y decisiones clínicas que deriven. Por un lado, el tratamiento de la fiebre en este grupo de edad está más relacionado con aliviar molestias que con la aplicación de protocolos, lo que sugiere que el termómetro timpánico es un método eficaz para detectar los cambios de temperatura de forma rápida en áreas sobresaturadas. Hay factores externos que condicionan los resultados como el sudor, la temperatura ambiente y la colocación inadecuada del termómetro, en un estudio de revisión sobre medición de temperatura concluyen que no hay lugar idóneo para la toma de temperatura por las diferentes variables que influyen en la medición. La temperatura timpánica, con el termómetro modelo Genius TM2s, en el área de pediatría se debe comprobar con otro método para detectar la fiebre cuando implique decisiones clínicas.

Sin embargo, la temperatura timpánica es un método adecuado de valoración rápida de temperatura en el área de trabajo de urgencias, donde la demanda asistencial es alta y hay que evaluar a muchos pacientes en un corto espacio de tiempo. Habría que llevar a cabo un estudio que comparase las temperaturas rectal, axilar y timpánica de los nuevos instrumentos de termometría del mercado, con un dispositivo de temperatura central.

Fuentes:

Renato Picerno
Comunicación
   Museo Interactivo de Ciencia