Los páramos desde cualquier punto de vista ya sea
ecológico, biológico o cultural; son muy importantes para el desarrollo de la
vida. En ellos se encuentras zonas muy frágiles y sensibles, de las cuales
dependen muchos animales y personas.
¿Dónde se
encuentran los páramos?
En América del sur se encuentran las más grandes
extensiones de páramo del mundo, esto, debido a su ubicación geográfica y al
clima que en esta zona prevalece la mayor parte del año. Además del Ecuador,
encontramos estos ecosistemas en Venezuela, Colombia, y Perú. Asimismo, a los largo de América existen
páramo en Panamá y Costa Rica, pero son ecosistemas característicos de la zona
tropical del planeta y prevalecen en las partes altas cercanas a la línea
equinoccial. Según una publicación de Héctor Herrera, realizada en septiembre
de 2012 en Interamerican Association for Environmental Defense, el Ecuador
cuenta con una superficie de 12.603 km2 de páramos, aproximadamente la
superficie de la provincia de Manabí.
Se ubica entre los 3000 hasta aproximadamente los
5000 m., limitados casi siempre por la presencia de nieve y hielo de las
cumbres más altas. Los páramos se han constituido en un sistema hídrico de
vital importancia, conformado por humedales (lagunas, ojos de agua, pantanos,
charcos), ríos y cascadas. Que proporcionan gran parte del agua que consumen
los seres vivos.
Se puede comparar al páramo como una esponja, este
absorbe el agua que recibe de la lluvia o de los deshielos para luego formar
lagunas y ríos que llegan a las partes bajas. Además, esta agua llega hasta las
zonas rurales y urbanas. Muchas ciudades como Quito, en Ecuador; Bogotá, en Colombia; Mérida, en
Venezuela; Piura en Perú; dependen casi exclusivamente del agua que viene de
los páramos.
La
biodiversidad única del páramo
Cuando se camina por estos fríos parajes, existe
la sensación de desplazarse sobre una gigantesca esponja llena de agua. A cada
paso, los pies se hunden en esta extensa alfombra verde cubierta de este tipo
de vegetación andina. Es un ambiente muy húmedo, la ropa se moja, o al menos se humedece,
luego de varios minutos de caminata.
En una publicación de la Universidad Mayor de San
Andrés, titulada “Botánica Económica de los Andes Centrales”, define a los
páramos de nuestro país como una “notable biodiversidad a escala de ecosistemas
que se presenta en el Ecuador gracias a tres factores principales: la situación
ecuatorial, la presencia de la cordillera de los Andes y otras sierras menores,
la existencia de una fuente perhúmeda amazónica y de varias corrientes marinas
frías y cálidas frente a las costas”, es decir, que suma una serie de
condiciones únicas que hacen de este un ecosistema sumamente importante.
Según la misma publicación, en los páramos del
Ecuador crecen 628 especies endémicas (especies que existen únicamente en el
Ecuador y en ninguna otra parte del mundo), lo que representa el 15% de toda la
flora endémica del Ecuador y el 4% del total de la flora del país.
Los páramos son los ecosistemas de montaña más
ricos en especies. Además de las plantas, los animales también se adaptaron. Se
pueden ver en este hábitat animales de gran tamaño como el oso de anteojos, el
tapir andino, venados, pumas, el lobo de páramo, y otras especies más pequeñas
como conejos, cuyes, ratones, y muchas especies de insectos y aves.
Achachay
que frío, una historia de hielo y paja
Una gran parte de los páramos está poblada por
pajonales (Calamagrostis intermedia), que es una planta muy fuerte que crece
desde los 2.800 hasta los 3.500 m.
Además de colaborar con la recolección de agua, la
gente le da muchos usos artesanales. Con la paja se elaboran canastas, bandejas
y cestas, pero el uso predominante es para cubrir los techos de las casas y
chozas.
Además, hasta hoy en día se conserva un uso
tradicional para esta planta, aunque está a punto de desaparecer, pues solo
existe una persona que lo realiza, el transporte de hielo desde las cumbres de
los nevados hasta las ciudades.
El “último hielero del Chimborazo”, Baltasar
Ushca, se inició en este duro trabajo a los 13 años de edad, cuando aún no
existían las fábricas de hielo y la única manera de saborear un helado en
Riobamba era con el hielo que Baltasar sacaba del Taita Chimborazo.
Hace muchas décadas era común ver a los
“hieleros”, personas que viajaban desde los pueblos y ciudades para traer hielo
de los nevados de la sierra ecuatoriana. Era en el tiempo en que los
refrigeradores y congeladores no eran populares.
El Chimborazo con sus 6.310 m., es la montaña más
alta del Ecuador, y durante muchos años ha sido testigo de cómo de sus faldas
se ha extraído el hielo para ser transportado, envuelto en paja de páramo, a
los mercados de las ciudades cercanas. Actualmente, este hielo sirve para
elaborar los tradicionales raspados y jugos.
Actualmente, Baltasar Ushca, con sus 69 años
encima, todavía arranca una parte de los hielos eternos del coloso de los Andes
para llevarlo hasta el mercado de Riobamba. No gana mucho dinero pero su mayor
recompensa está en los gesto de amistad y admiración que recibe cuando llega al
mercado de Riobamba.
Baltazar aparenta mucha vitalidad aún, pero un
dicho popular señala que “los años no pasan en vano” y en algún momento el peso
de los años lo obligará a dejar de subir a al Chimborazo.
Con él se va muriendo esta bella tradición. Luego
de él, ¿quién será el encargado de seguir proporcionando este valioso elemento
para la realización de los jugos?, pues, sin el hielo del volcán su sabor tal
vez no sea igual.
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