martes, 8 de mayo de 2012

El Quilico del MIC, en su hogar


Sus alas empezaron a romper el viento en su intento de levantar vuelo… esa es una imagen guardada desde el primer día que llegué al Museo Interactivo de Ciencia.
Un Quilico aparece en el MIC casi a diario, quizá tratando de hacer uso de su memoria genética y seguir formando parte de un espacio que fue tomado, hace cientos de años, por edificaciones de adobe y teja, primero, y luego de cemento y hierro… pero que nunca ha dejado de ser su hogar. El Quilico es territorial y el MIC es su casa. 
Pequeño; si lo comparan con otras aves rapaces, mide unos 25 cm y pesa alrededor de 115 gramos; el Quilico se mimetiza con las paredes de las de los edificios quiteños que se acercan a las laderas del Pichincha. En el centro de la ciudad ya es difícil encontrarlo. En el norte, quizá alguna vez pude verlo en una magnífica fotografía tomada desde la ventana de un edificio de la zona comercial, pero esa imagen es sumamente extraña. Chimbacalle aún lo puede mirar a diario… seguramente ese es su interés, recordarnos que estamos ocupando un lugar que es suyo.
La altura de Quito es ideal para él. Conocido científicamente como  Falco Sparverius, pasa su vida entre los bosques andinos y el páramo, especialmente en áreas despejadas hasta los 3.200 metros. Quito está en un promedio de 2.800. En Ecuador recorre las zonas interandinas, desde la frontera con Colombia hasta llegar a Perú. Pero se han visto individuos en zonas subtropicales de Manabí, Santa Elena, Guayas y El Oro; según una investigación publicada en 2001 y llamada The Birds of Ecuador (Las aves en Ecuador), realizada por Ridgely y Greenfield.
Normalmente se le ve solitario. Los pichones se van del nido de las cuatro a cinco semanas pero, habitualmente, continúan siendo alimentados por los padres de dos a cuatro semanas más.
Poco más de dos meses trascurrieron desde que vi, en vivo, esta variedad de ave. Casi todas las mañanas el Quilico pasa frente al MIC, se posa en una rama o un poste alto… “Quilí… quilí” es la voz que se le escucha, de ahí seguramente su nombre. Canta para hacernos conocer su presencia, aunque a veces no dice nada, solo mira a su alrededor a la espera de algo de alimento y lanzarse en picada a atraparlo (supongo). Siempre raudo vuela y recorre el cielo del Museo y desaparece, quizá no regrese hasta el siguiente día.
Esta ave forma parte también de las especies emblemáticas de Quito y en el Museo Interactivo de Ciencia es considerado como uno de sus visitantes más importantes, aunque, como lo dije antes, él debe estar considerándonos a nosotros como sus huéspedes.


Jorge Godoy 
Comunicador MIC

1 comentario:

  1. QUE HERMOSO VER A ESTA AVE, SIN DUDA DEBERIAMOS APRECIAR MAS LO QUE AUN TENEMOS, YO LO VI DE CERCA CON SU CRIA Y SON AVES REALMENTE HERMOSAS.

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