El Museo interactivo de Ciencia
se encuentra en proceso de montaje de su más reciente experiencia “Pasaje
DeMente” en el CDC de Carapungo, en las calles Francisco Robles y Leonidas
Plaza. Una emocionante vivencia para compartirla en familia.
Mientras sucede este proceso
de montaje de la exhibición, adecuamos un espacio en el cual se viven
experiencias mediadas, en donde cada visitante tiene la oportunidad de observar
ilusiones que por momentos les hacen dudar de lo que es real. Además, pueden
disfrutar de retos de la mente que ponen a prueba no solo las destrezas
mentales, sino la paciencia, que es la que finalmente les permite conocer la
repuesta correcta, o esperar a volver para descubrirla.
Asimismo, estamos realizando
talleres, que buscan, principalmente, motivar en las personas, curiosidad, y que
se emocionen cada vez que descubren algo interesante e increíble del cerebro,
de sus funciones, del sistema nervioso central, siempre relacionados con
curiosidades científicas y comparándolo con elementos de la vida diaria.
Al inicio fue difícil, ésta es
la primera vez que hacemos este tipo de actividades fuera de las paredes del
museo, no conocíamos cual iba a ser la reacción del público, y tampoco la
reacción de cada uno de nosotros, pero tanto los mediadores como los visitantes
disfrutaron cada momento de la realización de los talleres.
En los primeros, se tuvieron
que vencer los nervios, pero días después, todo era alegría, y un compartir de
conocimientos de mediación con niños y jóvenes, quienes demostraron ser unos
expertos conocedores del cerebro y sus partes. Los más pequeños, se mostraron completamente
emocionados por las ilusiones. Ahora ellos pueden engañar a sus compañeros y a
sus padres, con lo aprendido en el taller.
El momento más divertido fue
cuando realizamos “los cortes del cerebro”, en un melón, con lo cual se
mostraba que sucede cuando cortamos determinadas partes de este órgano, como podemos
dejarte sin habla, sin visión… fueron divertidos momentos. Sin embargo, nada
fue comparable, como cuando frente a más de 15 niños, abrimos un contenedor que
tenía un cerebro verdadero de vaca.
Estuvimos un poco
preocupados por la reacción de los niños, pero en sus expresiones se podía
advertir que, aunque si revelaron asco en sus rostros, mostraron una extraña
emoción por lo desconocido. Podría decir que fue la expresión compartida por
cada uno de los mediadores cuando vieron por primera vez el cerebro.
La experiencia de la
disección fue mucho más allá de conocer las partes del cerebro, fue también, la
sensación de poder tocarlo, y comparar su tamaño, su forma, y sus funciones,
con las del cerebro humano, que claro fue una representación, pero no por ello
dejó de emocionar.
Paola
Santacruz
Museología
MIC
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