***Tomado del original escrito por David Shukman
A 79º latitud Norte, en pleno Círculo Polar
Ártico, la vida en una base de investigación nos permite darnos una idea de
cómo sería pasar una temporada en un futuro asentamiento humano en un planeta
distante.
Los edificios del complejo científico Ny
Alesund, en el archipiélago de Svalbard, son algo así como una cruza entre un
departamento de Naciones Unidas y un campus universitario en miniatura. Operado
por Noruega para dar apoyo a las investigaciones que se llevan a cabo en el
Ártico, esta comunidad de científicos de más de doce países vive en una costa
ventosa de espaldas a las montañas.
Es un mundo de una belleza inusitada: las
paredes de los acantilados devuelven el eco de los aullidos de los perros
husky, una foca barbuda descansa sobre un témpano y los fulmarus (un ave de la
familia de las Procellariidae) se lanzan en picada sobre las olas del mar.
El cielo nocturno es lo suficientemente
brillante como para leer sin luz, el sol sólo se esconde brevemente en el
horizonte. De hecho, este lugar es tan ajeno a los paisajes terrestres, tan
marciano, que la agencia espacial estadounidense NASA lo eligió para poner a
prueba su más reciente misión a Marte. Los equipos a cargo de del explorador
Curiosity -que se encuentra actualmente Marte- vinieron a esta isla porque el
terreno era el más similar al planeta rojo.
Ojo con los osos
En un principio, como recién llegado, la
eficiencia del personal y las ventanas aisladas con tres capas de vidrio le
hacen a uno olvidar que está en un sitio que es completamente inadecuado para
el hombre. Las advertencias sobre los osos polares son un recordatorio
constante de los peligros de vivir en un sitio que es en realidad el dominio de
otras criaturas. La tapa de la guía para los nuevos visitantes dice: "Lee
esto para evitar tu extinción".
El año pasado, los científicos vieron a un oso
polar, merodeando por las calles. Por alguna razón, se puso a olfatear las
bicicletas.
Después de mirar las imágenes cuidadosamente,
me di cuenta de que el animal pasó justo por delante del edificio en el que me
hospedo. "Si van a filmar", nos dijeron, "nunca salgan de la
base sin un rifle y cuando estén en la base, siempre estén listos para correr y
refugiarse, en caso de que se les acerque un oso".
Por esta razón, una de las reglas de oro en
este lugar es dejar la puerta de entrada de los edificios sin llave. Es decir,
de los edificios de los noruegos, los franceses, los alemanes, los británicos,
los indios y mucho otros más. Porque en este lugar, una gran cantidad de países
están representados. Cada nación está comprometida con una actividad
científica, pero quizá también están aquí con la intención de hacer pie en esta
región que tiene un valor potencial inmenso.
El sueño de la ONU
El edificio de China se reconoce fácilmente
porque la entrada está flanqueada por dos leones de piedra.
Pero el ambiente aquí no puede ser más
benigno. De hecho, un lugar donde ni los laboratorios ni las habitaciones están
con llave es lo más parecido que existe a una utopía global.
Más de un líder de la ONU habría soñado con
una congregación de representantes de tantas naciones reunidas en un mismo
sitio y con tan pocos cerrojos. Aquí, todos deben almorzar juntos en la cantina
comunal.
Pero aunque todos son muy amables e
intercambian sonrisas y guiños, la gente de la misma nacionalidad termina
sentándose junta.
Al menos todos conversan. Nadie está sentado
solo comiendo, con una mano en el tenedor y la otra en su teléfono o
computadora. Aquí nadie puede usar ninguna clase de dispositivo electrónico.
La vida se parece en un sentido a como era en
los años 80.
El motivo: estamos muy cerca de una enorme
antena satelital que escanea el cielo en busca de cuásares (el cuásar es una
fuente astronómica de energía electromagnética). Esta antena es tan sensible
que capta cualquier clase de interferencia.
Tierra de glaciares
Vivir aquí requiere hacer una serie de
ajustes. Si la luz de la noche que se cuela por entre las cortinas de mi cuarto
es demasiado brillante, me levanto de la cama y disfruto de la vista por mi
ventana. Estoy en un paraíso para los científicos cuya especialidad es el
hielo: desde aquí puedo ver ocho glaciares entre las montañas.
En una colina cercana están los restos de una
mina abandonada. Los investigadores no fueron los primeros en llegar a estas
tierras. Primero fueron los cazadores de ballenas. Luego surgió el negocio de
la extracción de carbón hasta que se cerró por un accidente terrible en 1963. Una
locomotora y un par de vagones yacen oxidados en una vía por la que el carbón
se transportaba a los barcos.
Los combustibles fósiles fueron en el pasado
el atractivo principal de esta zona y pueden llegar a cambiar el Ártico en el
futuro. Por ahora, los científicos están midiendo su efecto en la atmósfera. El
Ártico puede significar muchas cosas diferentes: naturaleza prístina, tesoros
geológicos por descubrir, investigación en cambio climático y, por supuesto, un
mundo totalmente diferente. Es sólo cuestión de elegir.
Fuente:
http://bbc.in/TzqU03
Renato Picerno
Comunicación
Museo Interactivo de Ciencia
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