viernes, 21 de junio de 2013

El solsticio y el nacimiento de los dioses


Normalmente se identifica el verano con las ideas de luminosidad, alegría, calor y fertilidad; mientras que el invierno se asocia con las de oscuridad, tristeza, frio y esterilidad. Pero en verdad los dos solsticios tienen un carácter simbólico totalmente opuesto a las ideas que evocan en nuestra mente el verano y el invierno porque, en un universo donde todo es cíclico, cuando se llega a su máximo no queda otra alternativa que aquella de disminuir. Por el contrario, aquello que llega a su mínimo, debe por fuerza, recomenzar a crecer. Por este motivo el solsticio de verano señala el momento cumbre en el cual el Sol que ha alcanzado el máximo de su esplendor, comienza a declinar hasta el solsticio de invierno en el cual, llegado al mínimo de luz, comenzará a incrementarla.



Cada inicio del año, que en el hemisferio norte coincide con el solsticio de invierno, evoca el inicio de mundo. Es por ello que en muchas tradiciones al inicio del año la sociedad es regenerada mediante ritos de expulsión del mal y de re-creación del orden. La misma palabra rito es por sí misma significativa. Deriva de la raíz sanscrita rta, orden, la ley establecida por la divinidad en el momento de la creación del universo.

A través del rito se repite el gesto primordial del dios creador. Es un momento mágico donde el tiempo se detiene en el “eterno presente”, donde aquello que fue, es y será, revive nuevamente. Así en cada rito, en cada celebración de los solsticios, estamos, aunque inconscientemente, repitiendo un acto cosmogónico y representando la eterna lucha entre la luz y la oscuridad, así como han hecho hombres y mujeres desde el origen de los tiempos.

El significado estacional del solsticio de invierno se manifiesta en la reversión de la tendencia al alargamiento de la duración de las noches y al acortamiento de las horas diurnas. Distintas culturas definen esto de diversas maneras, puesto que en algunas ocasiones se considera que, astronómicamente, puede señalar, ya sea el comienzo o la mitad del invierno del hemisferio. El invierno es una palabra de significado subjetivo, puesto que no tiene un principio o mitad que esté científicamente establecido. El significado o interpretación de este evento ha variado en las distintas culturas del mundo, pero la mayoría de ellas lo reconoce como un período de renovación y re-nacimiento, que conlleva festivales, ferias, reuniones, rituales u otras celebraciones.

Dado que el solsticio de invierno es visto como la inversión del retroceso de la presencia solar en el cielo, los conceptos de nacimiento o el renacimiento de los dioses solares han sido comunes y, el uso de calendarios cíclicos por las distintas culturas basados en el solsticio de invierno, se ha celebrado el renacimiento del año en lo que se refiere a la vida-muerte-renacimiento de las deidades o a nuevos comienzos.

Quizás la festividad relacionada con el solsticio de invierno más popular en nuestros días sea la Navidad. Históricamente la fecha real del nacimiento de Jesucristo se desconoce. La fecha llegó a celebrarse el 2 de enero, 28 de marzo, 19 de abril, 20 de mayo, 29 de septiembre, hasta quedar fijada el 6 de enero. Posteriormente en el año 354 se trasladó a la festividad solar del solsticio de invierno, el 25 de diciembre, haciéndola coincidir con las Fiestas Saturnales. Al final de las Saturnales, el 25 de diciembre, se celebraba el nacimiento del Sol —Natalis Solis Invictus personificado en el dios Mitra.
Efectivamente; el día 25 de diciembre se celebraba entre los persas y posteriormente en Roma el nacimiento de Mitra, divinidad que también había nacido en una gruta sobre un pesebre. Del Dios Mitra se dice que “Ascendió a los cielos, donde mora; a su llamada, los muertos se alzarán en la tierra en donde se hallan sepultos y serán juzgados. Aquellos que durante su vida intentaron hacer el bien y vivieron para ello, subirán al Reino de los Cielos, mas los malignos y perversos, descenderán a las Tinieblas” (Zend Avesta, cap.XIX).
Entre los asirios se festejaba el nacimiento de Adonis un 25 de diciembre, como el de Tammuz en Babilonia. No sorprende entonces que en tiempos de San Jerónimo se construyese la “Iglesia de la Natividad de Belén” sobre un santuario de Adonis.

También coincide con el día conocido entre los egipcios como el “Nacimiento de Infante Horus”. Se exponía ante las multitudes una imagen sacada del santuario para representar la natividad de le Luz y de la Vida. Se habría gestado en  el “Maem Misi”, el Sagrado Lugar, el Argha o Arca, la Matriz del Mundo. Cómo vástago de los dioses y subyugador del mundo, cósmicamente simbolizaba el Sol de Invierno.
Esta alegoría fue tomada por los griegos, que también festejaban el nacimiento de Dionisos o Baco un 25 de diciembre, cuando le gestó una Virgen, la Magna Mater. En la misma fecha nace entre los nórdicos el dios Freyr, hijo de Odín y Friga. Freyr es el regente luz celestial en cuyo honor se encendían hogueras y se distribuían coronas de muérdago.
En la Escandinavia antigua, al llegar la noche del día 24 se encendían las hogueras de Jul o Yule. Esta fiesta conocida como Madraneght en lengua sajona, tenía como fundamento el nacimiento de sol, al igual que en las antiquísimas leyendas germanas que rendían culto a Nornagesth y Helgi, también nacidos un 25 de diciembre. A Nornagesth le visitan los Tres Reyes del Destino (Odin, Ohir y Loki) y a Helgi los Tres Hermanos Herreros, de quienes recibe obsequios.

En el hemisferio sur encontramos al Inti Raymi o Fiesta del Sol. Es una ceremonia religiosa del Imperio Inca en honor del dios sol Inti. También marcó el solsticio de invierno y un nuevo año en los Andes del hemisferio sur. Una ceremonia realizada por los sacerdotes incas fue la vinculación del sol. En Machu Picchu, aún hay una gran columna de piedra llamada Inti Huatana, que significa ‘picota del sol’ o, literalmente, ‘para atar al sol’. Hacia 1572, la Iglesia Católica logró suprimir todas las fiestas y ceremonias Inti. Desde 1944 una representación teatral del Inti Raymi se lleva a cabo en Sacsayhuamán el 24 de junio de cada año, atrayendo a miles de visitantes locales y turistas.
La Noche de San Juan es una festividad de origen muy antiguo que suele ir ligada a encender hogueras o fuegos. Ligada con las celebraciones en la que se festejaba la llegada del solsticio de verano en el hemisferio norte, cuyo rito principal consiste en encender una hoguera. La finalidad de este rito era “dar más fuerza al sol”, que a partir de esos días, iba haciéndose más “débil”, pues los días se van haciendo más cortos hasta el solsticio de invierno. Simbólicamente el fuego también tiene una función “purificadora” en las personas que lo contemplaban. Se celebra en muchos puntos de Europa, aunque está especialmente arraigada en España, Portugal, en las Islas Británicas y en los Países Nórdicos.

En muchos lugares no cabe duda de que las celebraciones actuales tienen una conexión directa con las celebraciones de la antigüedad ligadas al solsticio de verano, influidas por ritos pre-cristianos o simplemente vinculados a los ciclos de la naturaleza.

La celebración del solsticio, y por ende del Sol, es una forma de recordar la importancia del “Astro-Rey” y de sus ciclos en nuestras vidas. Un sol que, como afirmaba Platón, es de alguna manera la representación más evidente de la idea de la divinidad y de la idea del bien.

Fuente

Renato Picerno
Comunicación
Museo Interactivo de Ciencia

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