La
“revolución masculina” ha provocado un cambio en la actitud del hombre hacia
sus hijos, ya que una nueva generación de padres descubrió que podía cambiar a
los bebes, acariciarlo, alimentarlo, jugar con él y todo ello sin perder su
virilidad. Se
afirma que la masculinidad es una construcción social que resulta de diversos
de factores y ámbitos como la familia, la escuela, los medios de comunicación,
la religión y la conformación de la sociedad, pero, a su vez, depende de un
sistema de relaciones de género. Esta concepción, permite abordar a la
paternidad como un fenómeno cultural, social y subjetivo, entre los individuos
de un mismo contexto sociocultural y en diferentes momentos históricos.
Durante
años, hombres y mujeres han sido formados por un modelo de familia donde hay
una clara división sexual del trabajo. A partir de este modelo el padre tiene
la tarea de: formar a la familia y establecer relaciones de afecto y autoridad
con el fin de protegerla, y la
madre tiene la función de: la crianza, el ordenamiento del hogar, el apoyo y
colaboración con el esposo.
Comportamiento psicológico del padre
durante el embarazo.
Una
de las principales tareas de la paternidad es la de renunciar a su deseo de ser
igual a la madre y tener hijos como ella. Es decir, inconscientemente compiten
con sus esposas, exhibiendo síntomas similares o bien rehúyen a estos deseos
ausentándose durante el embarazo de su esposa.
El
deseo de tener un hijo en los hombres, según Freud, es un deseo narcisista de
ser completo y omnipotente por la vía de producir un hijo e identificarse con
él, esto es universal, al igual que el deseo de reproducir la propia imagen de
uno.
El
padre manifiesta diversas reacciones y sentimientos positivos respecto al
embarazo, parto, nacimiento y convivencia con el hijo. Sin embargo, muestra
sentimientos negativos, tales como: tendencia a sentirse excluido durante este
periodo, angustia por los gastos económicos que representara este
acontecimiento durante toda su vida, limitaciones para desarrollar actividades
en su tiempo libre, entre otros. En consecuencia a esto, el padre puede
percibir al hijo por nacer como a un rival que lo despoja de su mujer, tal como
su padre o un hermano lo despojaron de su madre en la infancia. Existen
diferentes estilos de reacciones y comportamientos del padre ante el embarazo:
El
primero de ellos es el “observador”, aquí el futuro padre permanece en la periferia
respecto al embarazo, aunque eso no significa que no le importe. Está presente,
pero no realiza acciones que indiquen su interés, sino espera a ver qué pasa.
Tiene alto grado de control de sí mismo, de sus emociones y sobre su
envolvimiento emocional. Puede que esté contento con la gestación, pero
prefiere ser observador y no actuar.
El
segundo, es el “reactivo”, que quiere ser parte activa del embarazo y estar
presente en todos los momentos importantes, por lo que tomará un interés obvio
en el progreso de la gestación.
Y
por último, la reacción “instrumental” es aquella en que el compañero se ve a
sí mismo como la persona capaz de ayudar a que todo salga bien: hace arreglos
para las consultas prenatales y más tarde, para el momento del parto. Ayuda en
muchas formas, prefiere entrar en acción y demuestra sus emociones actuándolas.
En
el segundo trimestre del embarazo el futuro padre tiende a mostrar una mayor
preocupación por su propio cuerpo. Es en este momento, cuando se intensifica su
identificación inconsciente con su esposa dando a veces lugar a las fantasías
bisexuales y hermafroditas, lo cual le da la oportunidad de reorganizar los
factores que intervienen en su identidad masculina.
Investigadores
de la Universidad de Saint John de Terranova, han encontrado que en los hombres,
durante el embarazo de su pareja, se modifican los niveles de cortisol, prolactina
y testosterona, y han llegado a conclusión de que es la mujer embarazada quien
prepara con sus feromonas al padre.
En
los hombres, durante el embarazo de su compañera, existe una disminución en el
nivel sérico de la testosterona, así como un aumento de prolactina y cortisol.
La baja de testosterona se cree que está relacionada con un mayor interés y
ternura hacia el hijo o hija. El cortisol sérico en el futuro padre aumenta
antes del parto y luego. El mismo influye para que el padre se concentre en el
parto y muestre interés en el bebé.
La
prolactina se asocia con una conducta más sensible y tierna hacia el bebé, tal
como arrullarlo cuando está llorando o responder a su llanto. Es decir, que
cuanto menor sea el nivel de testosterona, mayor es la respuesta de cuidados
sensibles hacia el lactante.
A
nivel psicológico, en el último trimestre del embarazo, los padres se preocupan
por la salud del futuro hijo, sienten ansiedad respecto a la normalidad e
integridad del futuro bebé y necesitan ser tranquilizados. Un padre que huye en
el tercer trimestre de embarazo es una defensa contra sus sentimientos de
hostilidad hacia su esposa, porque percibe que ella prefiere al bebé, o contra
temores no resueltos de identificación con ella.
El
rol del padre es respaldar a su esposa embarazada. El proceso de embarazo, parto
y vínculo temprano se ve fuertemente influido por las actitudes del padre. El
apoyo emocional del marido durante el embarazo contribuye a que su esposa se
adapte satisfactoriamente a su condición y la presencia del marido durante el
parto y el alumbramiento se asocia con una menor necesidad de la mujer en
recibir medicamentos analgésicos y con una experiencia de parto más positiva.
Aquellos
padres que han participado en el parto manifiestan un sentimiento paterno alto,
estaban conformes con el sexo del bebé, podían distinguir a su hijo de los
otros bebés y manifiestan querer compartir con sus parejas el cuidado del bebé
y estaban dispuestos a tomar al bebé en brazos. Esto demuestra que el padre
puede ser tan sensible y reaccionar adecuadamente como la madre a las señales
del bebé.
El nuevo padre.
Recientes
investigaciones, afirman que hay un mayor involucramiento de los padres con sus
hijos, destacando como una función paterna dar cariño y amor.
El
padre desarrolla una “cualidad paternal” que se caracteriza por una tendencia
instintiva por la que el padre actúa frente a su hijo con una sensibilidad de
respuesta empática, que se inicia con la primera sonrisa que el padre dirige a
su bebé, y se expresa con la capacidad para alzarlo, acunarlo, darle la
mamadera, entre otras.
Es
decir, esta nueva paternidad se caracteriza por un padre cuidador más
involucrado afectivamente con sus hijos, más participativo en la esfera
privada, con una nueva distribución de las tareas y responsabilidades. En
conclusión, este nuevo padre adquiere una función central marcada como propia
del padre tradicional: formar al hijo. La diferencia radica en que la formación
propuesta aspira a ser integral, incluyendo las emociones en la vinculación con
su hijo y a su vez, asumiendo tareas de crianza tradicionalmente femeninas e
imitando algunas de las características maternas en su nueva forma de relación.
Fuente:
Renato Picerno
Comunicación
Museo Interactivo de Ciencia
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